Una de las mentiras proverbiales de nuestra democracia es que las elecciones se ganan en el centro. Pero el centro ha desaparecido y estamos en manos de la polarización, de los extremos, del radicalismo; y no tiene pinta de acabar esta situación. Desapareció Ciudadanos y el sanchismo no ha dejado títere con cabeza, ha tomado las instituciones sin disparar un tiro y el Estado es casi él. Ha unificado casi todos los poderes, no tiene relevo y su corrupción es pornográfica, pero ha aprendido y se mantiene en esa cosa tan dulce que es el mando. Al no ganar las elecciones, no las convoca, pese a que le abucheen. Su debilidad es su fuerza y sobrevive por la fe en sí mismo y porque las derechas se detestan.
Los suyos se agarran a los grandes números y declaran que sanchismo es crear 2,8 millones de empleos desde 2018, pero se trata de algo más laberíntico y sofisticado. Bendodo explica que el Ejecutivo ha convertido la Moncloa en la fontanería del sanchismo y denuncia que Sánchez ha subido hasta 93 veces los impuestos en seis años. Pero nadie explica por qué los del PP carecen de una mayoría alternativa.
Acusan al Gobierno de sectario e izquierdista cuando la izquierda de la coalición se hunde y sus aliados son más bien de derechas. El sanchismo sigue siendo un bloque de investidura y un manual de resistencia. Les acusan de fanáticos y son más bien duros. Cantan la Internacional pero no son los soviets, sino un partido contra el consenso y la geometría variable. Hasta que no vuelva Podemos, eso del Gobierno de coalición progresista es un cuento.
Fanático significa «servidor del templo»; ahora quiere decir servidor y patriota de partido, un delirio de odio y furia. Pla escribió que España es un país de fanáticos, onanistas y perturbados. No sé qué tendrá la evitación del embarazo o los pajilleros con la fiebre del fanático. Sería antes, ahora nos parecemos a las naciones europeas, con la excepción de supremacistas como Quim Torra o Sabino Arana, que nos consideraban de etnia inferior, capaces de sadismo y ferocidad territorial, aunque fueron los de ETA los que se inclinaron por el terrorismo. Lo que se está volviendo fanático es el miedo a la inmigración. Pero hay más peligro de corrupción que de fanatismo. Necesitan servidores del templo y sectarios de guardia, pero el sanchismo sobrevive y sigue sin sucesión.